Domingo de barbacoa familiar en casa de los García y nadie ha faltado a la cita. El tío Paco acaba de llegar, fanfarroneando con su inseparable puro en una mano y en la otra, lleva los conejos que ha cazado él mismo para la paella que van a degustar en la mejor de las compañías. Antes de él, ha llegado el primo Felipe, recién duchado tras participar en una carrera benéfica e impecable como siempre con su polo de color rojo. Le acompaña su novia, a la que va a presentar a sus parientes: Olga. Olga es vegana, pero le gustan los chicharrones y el jamón. La prima Susana entra en silencio. Está enfurruñada desde que le cerraron el quiosco y no quiere hablar con nadie. También está el tito Alberto, tan diplomático como siempre, pero que ha pedido no sentarse con Paco y que no se lleva tan bien como antaño con Felipe. Finalmente, llega la abuela Teodora (aunque todos la llaman Teo) con su inseparable bolso azul y su pelo teñido de un rubio blanquecino inconfundible.
Los seis miembros de los García son un ejemplo de diferentes estereotipos que nos es fácil asociar con amigos, conocidos, familiares o personajes de la vida pública. Durante el aperitivo, se pondrán a charlar de lo humano y lo divino y no conseguirán ponerse de acuerdo en nada o en casi nada. Pero si se les pregunta a todos ellos por una figura a la que admiren en el ámbito deportivo, seguro que todos ellos (incluso la nuera vegana) coincidirán en mencionar a Rafael Nadal. Es extraordinariamente difícil encontrar otro personaje en nuestro país que genere un consenso tan grande respecto a su persona y que sea admirado y respetado por gente de toda ideología y de todas las generaciones, desde los más jóvenes a los más mayores de la casa.
¿Cuál es el secreto de Rafa? No es tan fácil de explicar. Se podría decir que es una fórmula con varios ingredientes.
El primer aderezo sería la deportividad. Si algo hemos aprendido de Rafa, es a ser elegantes en la victoria, pero serlo aún más en la derrota. Hablar bien de alguien tan similar a él como el austriaco Thiem, tras levantar su duodécimo Roland Garros es sencillo, pero ser capaz de encontrar algo positivo que decir de tu rival cuando eres derrotado por el pseudotenista Nick Kyrgios, requiere una habilidad especial.

La receta también incluye un componente que es muy importante, en especial para que los más jóvenes tomen ejemplo. Este componente no es otro que el trabajo duro. Desde su más tierna infancia, Rafa aprendió que, si quería llegar a ser un profesional, tenía que entrenar a diario durante horas. Probablemente, se perdió más de una fiesta con sus amigos y su infancia no fue como las de la mayoría de los niños, pero a cambio ha vivido cosas que los demás no podemos ni soñar. Por todo esto… Rafa debe ser un referente para una generación que ha crecido viendo a otro Rafa (Mora) en televisión, con todo lo negativo que eso puede implicar.
Otro ingrediente que no puede faltar en esta enumeración es la capacidad de afrontar las adversidades y no rendirse nunca. El reinado de Nadal en Roland Garros en estos casi tres lustros desde su primer Grand Slam, nos podría llevar a pensar que todo ha sido un camino de rosas, pero nada más lejos de la realidad. En más de una ocasión, las lesiones, en un deporte tan exigente como el de la raqueta, han hecho a los expertos y a los aficionados pensar que el mejor Nadal ya no volvería. Pero su tesón, su constancia y su capacidad de creer en sí mismo le han llevado a retornar a lo más alto, tras más de una caída a los infiernos por innumerables problemas físicos en todas sus extremidades. ¿Y qué decir de sus victorias en Wimbledon? Si Rafa es el rey de la pista cuando lo que pisa es arcilla, no podemos decir lo mismo cuando de hierba se trata. En ese terreno, el trono pertenece a otro caballero de la pista como Roger Federer. Pues incluso ante el mejor Federer, Rafa fue capaz de imponerse en la que para muchos es considerada la mejor final de la historia de Wimbledon, por no decir uno de los mejores encuentros de la historia. Para conseguirlo, Rafa Nadal tuvo que disputar cinco eternos sets, además de adaptar su juego a una superficie nada favorable para su estilo.
Nuestra receta aún no está completa. El tenis, aparentemente, es un deporte individual, pero Rafa no habría sido quien es, sin el entorno familiar que le rodea y le apoya. De hecho, durante casi toda su carrera, su tío Toni hizo las funciones de entrenador (y casi segundo padre). Rafa no tiene un séquito de amigos “lapa” a su alrededor. Junto al tío Toni, siempre vemos sentados en la grada a su pareja y a sus familiares más directos, junto con los miembros de su equipo, que son los mismos desde hace años. Saber rodearse de los que te quieren y de personas en las que puedes confiar es clave en esta vida, no sólo para ser más feliz, sino para no recibir puñaladas traperas.
Y si la familia es una institución que se tambalea, ¿que decir de la amistad? Conocida por todos es la larga amistad que une a Rafa con otro grande del deporte patrio como Pau Gasol. Como dice el refrán, “Dios los cría y ellos se juntan”. Y el valor de la amistad también ha tenido influencia en la trayectoria profesional del manacorí, porque en uno de esos momentos bajos de su carrera, cuando necesitaba un cambio para darle un impulso, en lugar de buscar un rimbombante entrenador exótico, recurrió a su amigo, a la par que mentor en sus primeros años en el mundo profesional, Carlos Moyá. Gracias a Moyá, Nadal ha mejorado algunos aspectos de su juego, como el servicio, lo cual le ha sido de gran ayuda en muchas de sus victorias más recientes.
Con todos estos logros a sus espaldas, con todos estos triunfos ganados a pulso, el mallorquín podría ser una diva, en este mundo de mentirijillas y selfies que nos ha tocado vivir y que tan falso y superficial se nos antoja a los que ya peinamos canas y hemos disfrutado de otras épocas, en las que el postureo existía, pero no era lo que imperaba. Sin embargo, Rafa Nadal transmite una gran humildad y no presume ni alardea de sus triunfos. Y no se le caen los anillos si tiene que ayudar, como demostró en las recientes inundaciones sufridas en Mallorca. No sólo ofreció las instalaciones de su fabulosa academia (que daría para otro ingrediente por lo que supone que utilice parte de sus beneficios en construir un centro en el que otros chicos y chicas puedan intentar seguir los pasos de su ídolo), sino que él mismo colaboró personalmente en las labores de limpieza. Este hecho recibió críticas en las redes sociales, por parte de los mismos cabeza-huecas que critican a los millonarios que donan máquinas para curar el cáncer. Pero para la inmensa mayoría de gente. Para aquellos que hacen algo más que tuitear en esta vida, su acción mereció, como tantas otras veces, quitarse el sombrero ante su figura.
Dedicarte por entero a una actividad desde la infancia suele conllevar sufrir otro tipo de carencias. De hecho, son innumerables los ejemplos de deportistas u otras personas del mundo del espectáculo, que fruto de su dedicación exclusiva a su actividad, no se han formado debidamente. No es el caso de Rafa Nadal. Basta escucharle en cualquier entrevista para ver que es una persona elocuente, cabal y que será capaz de acometer nuevos retos en su vida cuando abandone el mundo del tenis profesional (Dios quiera que tarde en hacerlo). Incluso su dominio del inglés es digno de mención en un país que sigue a la cola mundial respecto a la lengua de la Pérfida Albión. En este caso el mérito es algo menor porque en deportes como el tenis y el baloncesto, el inglés es una lingua franca indispensable. Cosa que no ocurre en el fútbol, por ejemplo.
Llegados a este punto, tenemos una larga receta plagada de adjetivos: caballero, luchador, trabajador, profesional, leal, solidario, etcétera. Sin embargo, tratándose de una figura del mundo del deporte, resulta ineludible hablar de su forma de jugar. Su estilo es diferente al de los dos rivales con los que ha compartido la que probablemente sea la época más gloriosa de la historia del tenis. En contraposición a la exquisita perfección técnica de Roger Federer y a la precisión y elasticidad de Djokovic, Nadal tiene un estilo único e inconfundible. Entre sus acciones destacan sus golpes imposibles con efecto que terminan entrando ante el asombro de público y rivales. Aparte de estas “bananas”, Rafa ha agregado a su repertorio con el paso de los años un gran abanico de dejadas y voleas que unidas al despliegue físico y la garra que demuestra en cada partido, han hecho que todo el planeta caiga a sus pies. Incluso el mismísimo Donald Trump, tan endogámico como el que más, ha mostrado públicamente su admiración por el tenista español.
Para un carrozón como el que suscribe, que frecuenta el típico restaurante de toda la vida en el que lo importante es la calidad de la comida que te ponen en el plato, por encima de la presentación, la receta ya estaría terminada y lista para servir, pero vivimos en la era de los Masterchef, las estrellas Michelin y demás ornamentos. Por tanto, para satisfacer a los sibaritas, el aspecto estético va a ser la guinda de nuestra receta. En sus inicios, Rafa Nadal se convirtió en una figura icónica con sus camisetas sin mangas, su puño levantado o su archiconocido grito de “vamos”. Con el paso de los años, su aspecto ha ido madurando, manteniendo, eso sí, su clásica cinta en el pelo y su perenne morenez, y sigue siendo una figura tremendamente atractiva para cualquier empresa, ya que asociar su marca al nombre de Rafa es sinónimo de aceptación por parte del público. Incluso en este aspecto cabe mencionar un hecho anecdótico. Una de las marcas que lleva más años asociada al balear es un fabricante asiático de coches (sí, el de los siete años de garantía). A lo largo de estos años, han sido muchas las ofertas de marcas automovilísticas más poderosas que han intentado hacerse con la imagen de Rafa Nadal para sus anuncios, pero según dicen, la respuesta de Rafa es que “ellos confiaron en mi desde mis inicios y por tanto les estoy agradecido y les soy fiel”.
¿Qué más se puede añadir? Seguro que mucho más, pero volvamos con los García. Adoptemos nuestro rol favorito de los seis descritos al principio y guardemos silencio porque una vez degustada la paella y demás manjares, toca disfrutar de otro partido del mejor deportista español de la historia. ¡Vamos Rafa!