“Pero, una ligera retrospectiva a nuestro pasado más reciente, nos demuestra que este potente caldo de cultivo, ya se estaba guisando sin control.”
En las variopintas tertulias de las cafeterías se pueden oír una infinita variedad de temáticas, emociones y sentimientos. Últimamente, llama bastante la atención, la típica escena del nieto o nieta con su abuelo o abuela, en el cuál, éste o ésta, le cuenta anécdotas sobre su relativo papel durante la convulsa etapa de la transición española. Sus relatos suelen girar en torno a la carencia de libertad de expresión y reunión de la época o sobre la desmedida violencia que empleaban los “grises” con cualquier, por entonces joven, que quisiera salirse un ápice del tiesto. Como alegato final, los abuelos y abuelas sentencian acusando a las generaciones actuales de falta de compromiso con lo que ellos consideran muy dignamente, su legado más preciado.
Razón no les falta, las nuevas generaciones viven en la inopia del nihilismo más radical. La infoxicación les ha sorbido los sesos hasta haberlos dejado totalmente secos de todo sentido de la realidad. A las generaciones actuales y parece que las futuras, les trae al pairo la derecha, la izquierda, el centro y la madre que los parió a todos sus representantes. Esto es un hecho que cada día crece más y más sin freno alguno.
Pero, una ligera retrospectiva a nuestro pasado más reciente, nos demuestra que este potente caldo de cultivo, ya se estaba guisando sin control. Nosotros no conocimos ni por asomo, lo que significaba vivir bajo la mano dura de un dictador. Lo que si hemos conocido, son los numerosos escándalos de corrupción como los ERE de Andalucía, la Gürtel, el caso Barcenas o la trama Púnica. También hemos vivido las llamadas puertas giratorias, el clientelismo y el enchufismo más mezquino. Por no hablar de los privilegios de la clase política, como el derecho a aforamiento, las jugosas dietas y los sueldazos colocados a gusto y porrillo a cuenta de los contribuyentes. Podríamos seguir y seguir, mientras despedimos en los aeropuertos a las generaciones mejor formadas de toda nuestra historia.
Con toda esta mala prensa y con un horizonte tan negro como el azabache, no es de extrañar que los oficios menos valorados entre jóvenes, sean los relacionados con la política y la administración. De ahí, que proliferen las leyes del sálvese quién pueda, el yo esto no lo aguanto o mejor paso del tema.
Insisto, con esta mala prensa, es lógico que todo por lo que otros lucharon caiga en saco roto, pero con acritud y a su vez sin faltar al susodicho, no es razonable acusar a un nieto de ignorante, cuando vuestros propios hijos no supusieron dar ni la cuarta parte de lo que consideráis vuestro ejemplo, ni tampoco se molestaron en inculcarnos los valores del trabajo bien hecho en aras del bien común.