Tontos

La RAE define la palabra tonto como alguien falto o escaso de entendimiento o razón. O sea, cualquiera de nosotros en algún momento de nuestras vidas. Uno de mis maestros sentenció una vez que en una conversación larga uno se vuelve tres veces tonto y una loco, desde entonces solo mantengo conversaciones largas con mis amigos, vivos o muertos.
Existe una ralea inmensa de tontos, eso es un hecho innegable, y tal vez podríamos discutir sobre la fisionomía, el modo de actuar o el grado de su necedad, pero no sobre su presencia a veces constante y machacona. Tontos los ha habido siempre, y nada parece indicar que se vayan a extinguir. Tampoco tengo claro si la tontuna humana se debe a la proliferación de tontos, o en caso contrario, que tanta imbecilidad haya acabado por degenerar en una especie de masa informe que crece descontrolada arrasando con todo, llevándose por delante la poca cordura y sentido que le quedan a este mundo.
Tampoco creo que exista un criterio unificado para identificar a un tonto, aunque todos seamos capaces de distinguirlo cuando nos topamos con alguno. Suelen tener ciertos rasgos evidentes, como una vanidad desmedida y una opinión sobre cualquier tema, además de una capacidad para arreglar el mayor de tus problemas con una facilidad pasmosa, como si el sentido común fuese de uso exclusivo de los tontos. Sin embargo a veces resulta algo más complicado detectarlos, se suelen camuflar bien y su ideario suele estar plagado de lugares comunes y consignas sacadas de internet, aunque su verborrea y lo escaso de sus pensamientos acaben por delatarlos.
Leer no te va a volver más inteligente, ni va a hacer de ti una mejor persona, pero el problema con los tontos es que creen a pies juntillas esta verdad, y niegan el valor de la lectura como el primer paso para reconocer la ignorancia propia del ser humano, que sigue siendo mucha.
Vaya por delante que no salvo a nadie, de su tontuna, ni de su gabela de estupidez, alguna incluso pagada a plazos. Pero hay tontos a ratos, o por circunstancias puntuales y pasajeras, y quienes ejercen a tiempo completo. Estos últimos son a mi pesar quienes arrastran por el lodo todo lo que de maravilloso ha conquistado el ser humano, a pesar de ellos y por encima de ellos. La sabiduría popular ya previene contra ellos y su recalcitrante negativa a reconocer que padecen el mayor de los males humanos, y así nos advierte que “cuando el tonto coge el camino, se acaba el camino y no se acaba el tonto”.
Y es que no creo que haya otro mal mayor que denigre nuestra naturaleza humana como la tontuna. Ser tonto es solo la puerta que lleva al odio, a la violencia y la intolerancia, que te lleva por caminos que otros marcan diciéndote qué pensar, qué comer, qué comprar y hasta como vivir.
Hace algún tiempo leí una vieja historia sobre un médico charlatán que prometía hacer hijos de distinto tipo según lo dentro que metiera su polla, dando así mercaderes, soldados, generales o aquello que le pidiesen. En esas estaba cuando llegó a un trato con un pobre memo para que este le diese, previo pago por el servicio, un hijo soldado. Dejando a su mujer a solas con el avispado vendedor de futuribles, creyó poder ser más listo que aquel encantador de infelices y escondiéndose, salió justo en el momento de la transacción para propinar una patada en el culo del charlatán con el fin de que metiera su polla hasta el fondo gritando de júbilo: “¡Este será Papa, será Papa!”.
Esta historia me suele venir mucho a la cabeza cuando, a pesar de vivir sin televisión, en alguna noticia cazada al vuelo me suelo enterar que seguimos sin gobierno por esa caterva de bodoques que ejercen de políticos sin merecerlo. Y entonces me siento como un tonto, porque haciéndome creer que soy más listo que ellos, me harán dar una patada en el culo de una urna para que alguien pueda seguir jodiendo a costa de mi estulticia.
Solo espero que más pronto que tarde me elijan como Papa. AMEN.

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