Opinión | El hombre es bueno…

En estos días hemos asistido a manifestaciones violentas en Barcelona que han sido constantemente seguidas por los medios de comunicación de todo tipo. No quiero hablar de los motivos que han provocado esas manifestaciones, para quienes las protagonizan serán legítimos, para quienes estén en frente lo serán menos.  Yo les quiero hablar de la violencia en la que han acabado la mayoría de esas protestas, esa violencia que se expresa y se quiere justificar a través de una idea, de una reivindicación, de una lucha que se considera justa.

Vivimos en un país tan dado a la violencia y a la exaltación que no debería de sorprendernos que se den situaciones así, y si aún así nos sorprende es por esa falsa sensación de seguridad que tenemos respecto a nosotros mismos y a lo que nos rodea. No somos ni por historia ni por carácter un país de gente pacífica y sosegada, todo españolito lleva en sus entrañas un capitán Alatriste dispuesto a batirse en duelo así le nombren a su santa madre.

Lo ocurrido en Barcelona no es más que una de las muchas protestas que se están dando en el mundo ahora mismo. Francia, Chile, Ecuador, Siria, Hong Kong, algo  parece moverse por debajo de los adoquines, algo llamado descontento social y que tiene su origen en el descalabro por parte de los gobiernos y de los políticos por arreglar los problemas de su gente, esa misma que les vota o les aguanta y para quienes el pueblo debiera ser su única preocupación.

Rabindranath Tagore

Yo no justifico lo de Barcelona, no justifico las masas de alborotadores quemando y destrozando todo a su paso, ni justifico que se intente hacer daño a policías que solo cumplen ordenes. Pero lo entiendo, entiendo que todo cambio social importante en este mundo ha venido de la mano de revoluciones, de algaradas y protestas violentas. Que todo lo que se nos acaba negando lo arranquemos de las manos de quienes creen poseer el poder. Se suele argumentar que la violencia deslegitima cualquier reivindicación por muy justa que esta sea, pero no es menos cierto que a veces es la única salida de aquellos a quienes han cerrado todas las puertas.

Porque las calles incendiadas, las barricadas y los enfrentamientos quedan bien en los telediarios, se le echa la culpa al violento que provoca a la policía que debe a su vez responder con más violencia. El estado sale en defensa de la convivencia y la paz en las calles como garantes de la ley y el orden, y acaban olvidando que la calle no les pertenece, y que la paz social y la convivencia es merito de los ciudadanos más allá de que existan leyes y policías. Claro que la violencia deslegitima, pero la violencia que vemos en las calles de Barcelona o en otras calles del mundo son la respuesta a otra violencia mucho más cruel y que igualmente deslegitima a quienes la ejercen. Porque violencia es la falta de libertad, de oportunidades, la destrucción del estado del bienestar y el recorte de derechos sociales, la ineptitud de los gobiernos, este capitalismo feroz que está arrasando con el planeta solo para beneficio de unos cuantos. Miremos a donde miremos hay violencia, y no es la ejercida con fuerza física la que te tumba, de esa puedes levantarte mientras no te falte coraje y valor. La otra violencia, la ejercida por el sistema y amparada por los gobiernos del mundo, esa es capaz de aniquilarte, de volverte invisible, hacer de ti un simple expediente o un mero estorbo. Solo les sirves si eres capaz de consumir, si te dejas exprimir sin que lleguen a ti ninguno de los beneficios de los que disponen los de arriba. Y todo eso haz de hacerlo con la boquita cerrada y encerrado tras la puerta de tu casa, porque si protestas ya sabes lo que te puede ocurrir.

Les hablo desde mi falsa seguridad, no lo niego, y observo desde lejos todas esas protestas y manifestaciones. Pero que a estas alturas de la película no debería sorprendernos que la gente en la calle acabe recurriendo a la violencia, es negar una parte de la naturaleza humana. Precisamente la que se deshumaniza cuando, libre de la carga de ejercer su responsabilidad como individuo, se diluye en la masa y forma parte de algo más grande que él mismo, lo necesario para justificarse y ejercer la violencia amparado en el grupo.

Rabindranath Tagore, en uno de sus hermosos aforismos que tituló «Pájaros Perdidos» dejó escrito, «El hombre es bueno, los hombres son malos». No seré yo quien contradiga al sabio indio, y nada más cierto que aún tenemos mucho que aprender como especie. Pero todas estas protestas y luchas en las calles de medio mundo hacen que mi corazón rebelde y anarquista se caliente, que sienta la esperanza de que a pesar de todo sea posible cambiar las cosas…para que no nos cojan sin luchar, sin protestar, sin pedir justicia e igualdad.

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