Opinión | El último recurso

¿Qué sucede cuándo quién te pide moderación, es quién no es capaz de moderar las políticas que empobrecen a un pueblo?

La pasada noche me encontraba escribiendo un artículo dedicado a la figura de Miguel Unamuno mientras me tomaba un té rojo tranquilamente. Todo marchaba bien, hasta que mis padres pusieron el canal de noticias 24h. Con cara de estupefacción pudimos observar como la capital catalana se consumía entre el fuego, los disturbios y numerosos actos de vandalismo. En ese preciso instante decidí hacer un pequeño paréntesis en él para ponerme a redactar uno nuevo.

A priori, quisiera dejar constancia de que este escrito, no alberga el propósito de abordar temas políticos o ideológicos relacionados con el independentismo catalán. Lo que quisiera compartir con todos vosotros es una sencilla reflexión sobre el uso de la violencia por parte de la ciudadanía. No me considero para nada un pacifista, pero tampoco es mi deseo que alguien piense que soy un belicoso. Partiendo desde la base de que el ser humano es violento por naturaleza, podemos llegar a la conclusión de que es absurdo, además de hipócrita, dar por hecho tal convicción, sin antes haberse realizado un análisis exhaustivo a nuestro entorno social. Es un hecho constatado de que existe un menor promedio de maltrato físico que en épocas pasadas, por mera evolución psicológica y sociológica, las personas hemos dejado atrás esos métodos tan arcaicos de prebenda y coacción, por otros mucho más sutiles. Actualmente el maltrato físico ha sido sustituido mayoritariamente por el psicológico, por las redes sociales por ejemplo; podemos advertir como diversos colectivos realizan actos de acoso desproporcionado a uno o varios individuos, con el objetivo de amedrentar, coaccionar o censurar. Aunque los métodos parecen ser diferentes, sus fines, como todos sabemos, son prácticamente los mismos.

Los disturbios en manifestaciones siempre han sido considerados como hechos violentos injustificados, pero teniendo en cuenta, que ante una clase política tan nefasta y unos medios de comunicación tan fieles a sus propios intereses, no os da que pensar ¿Qué quizás el foco de todos nuestros problemas sea realmente lo injustificado y sus consecuencias lo justificado? Cuando era pequeño, recuerdo ver en la televisión a los trabajadores de astilleros gaditanos cortar el Puente Carranza y liarse a hostias con los antidisturbios. También puedo recordar cómo la prensa les daba un protagonismo peyorativo el día que más violencia se desataba y un segundo o incluso tercer plano el día que realizaban una multitudinaria manifestación pacífica. No consiguieron nada de una forma u otra, la situación sigue siendo lo misma, pero de aquella manera al menos podían hacer un poco más visible su drama y frustración, sin ser relegados a una breve mención de 20 segundos antes de comenzar la sección de deportes.

¿Qué sucede cuándo quién te pide moderación, es quién no es capaz de moderar las políticas que empobrecen a un pueblo? ¿Qué hacemos cuándo votar a todo el elenco de politicuchos mediocres, no parece solucionar absolutamente nada? ¿Cuánto tiempo puede permanecer un pueblo sumiso ante las barbaries de la corrupción y la demagogia?
Sean cuales sean los motivos que empujan a una sociedad a convertirse en una despiadada turba furiosa, sus acciones siempre serán percibidas como viles actos de injustificada violencia. Por el contrario, las políticas que benefician a las élites bancarias, los recortes de derechos sociales y el progresivo desmantelamiento del Estado de Bienestar, siempre se encontrará respaldada por una burda justificación. El pueblo no se echa a la calle, al pueblo lo echáis a la calle.

Sobre el autor

Publicado en Opinión y etiquetado , , , , , .

Deja una respuesta