Desde hace unos meses acá, me tomo cada tarde un café con leche templada en un bareto de toda de la vida, como a mí me gusta. Lo que más disfruto de estos lugares es el gran efecto socializador del que disponen, en él puedes encontrar sin lugar a duda, todo tipo de opiniones. En su gran mayoría muy respetables, pero hay una opinión en concreto que últimamente me chirria bastante.
La frase que ha sido seleccionada como título de este artículo, no es de mi cosecha propia, esta cita pertenece, ni más ni menos que al mismísimo Adolf Hitler. Y no, no la he puesto con intención de enaltecerle, pero con muy dictador y genocida que se sea, cuando se tiene alguna razón, aunque sólo sea en una insignificante frase, es de ser sensatos reconocer su validez.
Durante estos días he oído y leído por todas partes, ciertos comentarios por parte de algunos de mis queridos paisanos sobre lo acontecido en Cataluña, sin haberse hecho la más mínima reflexión. No soy jurista, ni político, que nadie me malinterprete por favor, lo segundo es agua pasada que ya no corre. Lo que si soy, es un novatillo en esto de la ciencia histórica, digamos que algo sé, aunque sólo sean las famosas cuatro reglas, más leer y escribir. Estoy a años luz de Paul Preston, José Calvo Poyato o incluso de Salustiano Gutiérrez.
Sólo sé así de pasada que en enero de 1933 a falta de cuerpos de antidisturbios armados con porras y escopetas de bolas de goma, el gobierno de entonces envió a un par de piquetes de Guardias de Asalto armados con pistolas, fusiles, granadas y una ametralladora a una aldeíta gaditana llamada Casas Viejas para sofocar una revuelta. A todo esto, le podríamos sumar la participación de un drogata, como oficial en jefe para llevar a cabo con eficacia dicha operación. Pues nada, aquello acabó con unos 26 muertos, poca cosa; lo importante es que el orden quedó restablecido. Pero lo cosa no se quedó ahí, 29 de mayo de 1936 Yeste (Albacete), una revuelta de campesinos acaba con una magistral intervención por parte de la benemérita, el saldo total del restablecimiento del orden fue de 18 muertos, también poca cosa.
El caso de Cataluña, según afirman algunos es una causa perdida, ya ni el 155 sería útil, lo única solución a esto, es una dura aplicación del artículo 8 de nuestra Constitución y de la ley de Seguridad Nacional. La Legión, los Regulares, la artillería, los vehículos Pizarro, los tanques Leopard 2, los Eurofighter, el portaaviones Juan Carlos I, Felipe VI a la cabeza del operativo y la cabra legionaria como avanzadilla para dar cornazos en los huevos a los malditos indepes. Eso es lo que se necesita, coño.
Nada, es que no aprendemos, en octubre de 1934 el tío Paco puso firme a los pobres mineros asturianos, como debe ser. El gobierno de entonces, no como el de ahora, los tuvo bien puestos y mandó al futuro caudillo a sofocar una revuelta a base de legionarios, moros y cañonazos. Con sus buenos tiros a la barriga se arregló aquello, se calcula que hubo de unos 1500 a 2000 muertos, poca cosa también, no seáis exagerados. ¿Eso es lo que queremos para Cataluña? Todo sea por el orden y la ficticia unidad de la madre patria. Es que de las lecciones de historia no aprendemos, repito, no aprendemos.