La experiencia nos dice que desgraciadamente los caballos díscolos no suelen caer del todo bien, para algunos son molestos y para otros muy peligrosos.
Ateo, agnóstico cristiano, vasquista, españolista, socialista, republicano y finalmente derechista. Aquella faceta tan contradictoria e irremediablemente lenguaraz de don Miguel de Unamuno, le ha convertido en uno de los personajes más controvertidos de la literatura española del siglo XX. El insaciable ansía de conocimiento del prolífico pensador bilbaíno, le hizo ir más allá que todos sus contemporáneos. Teniendo que soportar cuantiosas críticas y algún que otro descredito. Aún en su País Vasco natal, se rebeló contra las corrientes de pensamiento positivistas y racionalistas, argumentado que la razón no podía resolver todas las cuestiones de índole vital. Años más tarde, quiso romper con los convencionalismos que regían el género novelesco, creando la obra más genuina de toda su amplia creación intelectual, Niebla. Es aquí donde Unamuno inventa y personifica un nuevo género literario, al que él mismo acuñó con el sobrenombre de Nivola.
Miguel de Unamuno no sólo dejó indiferentes a los académicos del momento, también tuvo sus más y sus menos con los políticos coetáneos. Recibió con entusiasmo el inicio de la nueva etapa republicana y fue elegido concejal por Salamanca en las elecciones de abril de 1931. La inestabilidad del nuevo sistema fue provocando en Miguel de Unamuno un progresivo sentimiento de decepción. Es cierto e incuestionable que Unamuno recibió con cierto júbilo el alzamiento militar de julio de 1936. Pronto, como todos ya sabemos, este pensador se rebelaría contra el orden que él mismo apoyó unos meses atrás. Esta nueva contradicción unamuniana se vería materializada el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca.
Aunque las comparaciones, el anacronismo y la distopía siempre son odiosas, es inevitable no formularse varias cuestiones sobre esta eminente figura ¿Sería Unamuno tan reconocido como lo es hoy día, si no hubiese hecho aquella intervención en 1936? Teniéndose en cuenta lo acontecido con el escritor gaditano José María Pemán, la diferencia entre uno y otro es simple; el apasionado Pemán, muy seguro de sus convicciones se encontraba abanderando, según lo políticamente correcto, al bando equivocado. Unamuno en cambio, hombre de razón e inseguro de sus propias pesquisas, en última instancia sólo tuvo que tirar un poco de su providencial inteligencia para salvarse de la futura Damnatio Memoriae. Otra pregunta que surge al respecto es si Miguel Unamuno caería bien en la actualidad. La experiencia nos dice que desgraciadamente los caballos díscolos no suelen caer del todo bien, para algunos son molestos y para otros muy peligrosos.
Una última cuestión teletransportaría a Unamuno hasta este mismo presente ¿Sería este autor actualmente conocido en nuestra sociedad? Sin caer demasiado en el pesimismo, es difícil que a los jóvenes de ahora le pueda interesar lo que diga o escriba un canoso viejo vascongado. Además Miguel de Unamuno carecida de frivolidad alguna, siendo este detalle un defecto imperdonable para ser popular en las redes sociales. Para finalizar, podemos llegar a la conclusión, de que en una sociedad donde las ganas de abrir un puto libro son cada vez más escasas, ni la obra, ni la figura de Miguel de Unamuno tendrían tanta importancia, si no hubiera estado en el lugar correcto, para dejar para la posteridad aquella famosa frase de “Venceréis, pero no convenceréis”.