
Pedro Sánchez encontró en su ego la solución para los españoles; unas segundas elecciones generales en menos de siete meses. Quizá, en su interior, pretendía ganar algunos escaños que le permitieran gobernar, aunque fuese en minoría, pero sin ayuda de los nacionalistas, porque sabía que eso podría ser un lastre demasiado pesado para aguantar como Presidente durante cuatro años.
Ni mucho menos creo que Pedro Sánchez sea el único culpable de los resultados disparatados de ayer, lo es, sin duda alguna, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Pablo Casado, Albert Rivera y toda la clase política de este país, tal como parásitos agarrados al cuello de la sociedad española, desangrando poco a poco las ilusiones y el esfuerzo diario de millones de españoles. Según la autopsia de Ciudadanos, Rivera ha sido el virus que causó la muerte a un partido que hace unos meses se encaramó como la alternativa viable para acompañar a un posible gobierno de PSOE o PP y sin embargo, ayer fue crucificado por los mismos que le hicieron crecer. Subestimó la capacidad de entendimiento de sus votantes y ayer le dispararon directamente a la sien. Hoy, con una acción que le honra como persona, se aparta definitivamente, algunos deberían aprender y hacer lo mismo, por no estar capacitados para desarrollar el puesto que ocupan.

Vaya por delante mis respetos a todo el que fue a votar y a los que se abstuvieron. Los votos de ayer los divido en tres grandes apartados. Por un lado están los votos de los partidos tradicionales, PSOE y PP principalmente, aunque también Unidas Podemos ya que engloba a los fieles de la fantasmagórica Izquierda Unida, normalmente tienen un número de escaños asegurados, pues tienen atrás una infraestructura que está compuesta por miles de personas que siguen fielmente a estos partidos, lo siguen como si de un equipo de fútbol se tratase, es amor por los colores, tradición familiar, etc… cualquiera que sea la razón pero siempre votan al mismo partido. Por otro lado se encuentra el apartado de los votos de nicho, en Cataluña, los partidos independentistas con Ezquerra Republicana a la cabeza que ha perdido dos escaños en favor de la CUP por haber tenido un comportamiento menos radical, a más radicalidad, mayor éxito, aún así se mantienen líderes en esa plaza y son los únicos que podrían llegar a algún tipo de acuerdo en un futuro gobierno del PSOE. El PNV, que sigue con paso firme, que sin hacer ruido mantienen sus diputados en el Congreso, ahora con uno más que en las pasadas elecciones y que sin hacer tanto alboroto como en Cataluña, van dando pasos firme a una futura independencia del Estado Español. Dentro de este apartado también podemos incluir al BNG que se ha hecho fuerte en Galicia, a Coalición Canaria, que siempre tiene representación en el Congreso y al Partido Regionalista Cántabro que sacan rentabilidad a su diputado en cada votación. Finalmente, llegamos al tercer apartado, el voto de la indignación, aquí podemos meter a Vox, que nadie se raje las vestiduras, la pompa de jabón de Vox durará lo que tarde una nueva ilusión en aparecer. Si escuchas el sentir de los votantes en las calles, te darás cuenta que la gran mayoría de los votantes de Vox en estas elecciones eran gente desencantada con la política, que querían dar un toque de atención al resto de políticos, Vox es hoy día lo que fue Podemos hace unos años cuando nacieron en las plazas de las ciudades.
Y luego está la famosa Ley D’Hondt, difícil de explicar en cuatro palabras, pero que se explica mejor viendo los resultados finales. Tenemos el caso del partido Teruel Existe, que ha conseguido un diputado al Congreso con tan solo 19696 votos, todos concentrados en una misma provincia, o al menos, la gran mayoría, lo que permite a Teruel Existe hacerse con uno de los diputados de los tres disponibles para esa provincia. Sin embargo, PACMA, el partido animalista, ha conseguido más de 200,000 votos y no ha conseguido ningún escaño, pues sus votos están repartidos por todas las cicunscripciones del país.
Por consiguiente, visto lo visto, estamos en el mismo punto de partida que hace unos días, es decir, con mayoría de escaños para el PSOE, con Podemos como único aliado para intentar una investidura (aunque ahora la suma no suma), y con los partidos nacionalistas como protagonistas de lo que está por venir. Un futuro incierto que solo el tiempo será capaz de desvelar, pero que ha convertido este mes en un noviembre negro y si no pregúntale a Albert.