Opinión | Estado catatónico

“-Ganamos la Gran Guerra Patria, fuimos los primeros en llegar al espacio, nuestra carrera armamentística superó a la estadounidense y sin embargo, perdimos la Guerra Fría”. Con palabras parecidas resumía mi querida amiga Liza gran parte de la fascinante historia de la Rusia soviética. En nuestras largas tardes de tertulia, a veces entre risa y risa, nos entreteníamos haciendo burdas comparaciones culturales. Un día salió el controvertido tema taurino, con una media sonrisa entre mis labios, aún recuerdo una anécdota muy jocosa al respecto. Le dije algo así, como que en los años sesenta, los niños españoles querían ser toreros como el Cordobés. Ella con bastante desconcierto me respondió, que en aquella época en cambio, los niños rusos soñaban con ser astronautas como Yuri Gagarin.

Chascarrillos aparte, el plato fuerte siempre giró entorno a la etapa soviética. Me gustaba mucho el tono que empleaba, un tanto orgullo, eso sí, pero a la vez muy crítico y sensato. “-Le ganamos a los nazis y dominamos medio planeta, pero todo aquello ya pasó”. Asumiendo los errores y los aciertos, no juzgaba más allá del propio juicio histórico. Superada dicha etapa, su único deseo es el de proseguir. Le preocupaba mucho más las sanciones de la UE o la cuestión de Crimea que volver a revivir el pasado.

Antes de marchar, le prometí que iría a Rusia, pese al terrible frío que hace allí. Ella me aseguró que me recibiría encantada, porque los rusos son muy hospitalarios. Por último, le compartí lo siguiente: “-Liza quiero que una vez allí, me enseñes cosas soviéticas”. A lo que ella contestó: “-Eso es fácil, los metros de Moscú, por ejemplo, están repletos de hermosos murales de época Stalin”. Menos mal que nunca me pidió que le mostrase algo de época franquista o republicana, porque no sabría por dónde empezar. Bueno, en realidad sí sabría. Para empezar le diría que me lo dijese en voz baja, porque por aquí todavía andan pululando los fantasmas de los dos bandos con su respectiva parafernalia. Y que a la mínima que te señales un poco, entras en el macabro juego de estar conmigo o contra mí. Creo que con eso, mi amiga rusa se hubiera marchado sabiendo mucho sobre nuestro pasado, presente y futuro.

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