Más de dos mil fallecidos, más de treinta mil contagiados, un día más de confinamiento, medidas restrictivas que parecen extraídas de una película de domingo por la tarde en la Sexta. Un panorama apocalíptico, que por momentos, no parece tener fin y si además sumamos la cantidad de bulos y falsedades que pretenden agitar la situación sin saber exactamente con que objetivo, pues apaga y vámonos.
Y en este estado de guerra sanitaria, de calles grises, de este mundo en blanco y negro, caminas por los sombríos parques y te encuentras con una flor, erguida, con todos sus colores, blanco, naranja, morado y un tallo verde que ciega por momentos. Una llamada. Dos llamadas. En ambas, la vida nace, se abre paso entre tanta tristeza, llega como un mensaje esperanzador, una luz que ilumine el camino de los que cada noche salen a sus balcones para aplaudir a sus soldados, que a pesar de las bajas, siguen luchando en primera línea de la batalla.
Tengo que daros un abrazo de palabras, ni tan siquiera podemos celebrarlo, y quiero daros deciros que todo va a salir bien, necesito decirlo, todo esto pasará como tormenta en la mar, y llegará la calma, y lo celebraremos por todo lo alto, como se merecen los buenos amigos, aunque quizá sea yo el que tenga que daros las gracias por traer un soplo de vida a estos días de incertidumbre.
No puedo sentirme más afortunado, no me encontré una colorida flor, me encontré dos, el mismo día, es imposible tener más suerte. Y nacerán ajenos a los obstáculos que le pusieron a sus padres en el camino, y vosotros l@ miraréis con la ternura que solo conoce el que ha vivido ese momento, y será el momento más feliz de vuestras vidas, mientras tanto brindaré por ellos, y por vosotros, y miraremos a luna nueva para darle las gracias por este regalo.
La amistad no se mide ni en llamadas, ni cañas de cerveza, ni tan siquiera se mide en la distancia que separa a los amigos, la amistad es un sentimiento, se lleva dentro y no me importa si no podemos compartir los quehaceres diarios, yo miro más allá, más profundo, casi donde el cielo se junta con el mar, y ahí estáis vosotros, sin nombre, sin nacionalidad, sin redes sociales, sin rencores, sin penas ni alegrías, solo nosotros, parte de nuestras vidas. Que no se sonroje la luna si os digo que os quiero. Supongo que esto no es la mejor forma de expresar mi alegría por tan bello regalo, pero es mi granito de arena para haceros ver que el futuro es de color y vosotros vais a contribuir a ello.
¡Todo va a salir bien! ¡Cuenta con ello!