“Mañana será tarde” es el aforismo que habitualmente se escucha cuando alguien quiere motivarnos a hacer algo que por procastinación, dejadez, falta de dinero u otros aspectos nos cuesta acometer.
Gabriela Mistral, poeta chilena dijo alguna vez “El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será tarde“. Pienso que seguramente si Gabriela Mistral hubiese conocido la actual crisis de salud, económica y social que estamos viviendo sustituiría niños por humanidad o simplemente por personas.
Antonio Machado también hizo alusión al mañana “Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora”. Sin duda, muchos y muchas nos hemos dado cuenta de que toda la vida es ahora y que mañana puede ser tarde.
Hace relativamente pocos días la Organización Mundial de la Salud declaraba que estiman que hará falta al menos un año y medio para tener una vacuna contra el coronavirus, esto nos puede llevar a pensar que estaremos viviendo durante dos años en una película con mascarillas, protectores, lavados de manos constantes, sin aglomeraciones ni eventos sociales masivos.
Hoy una compañera de trabajo en una videollamada me contaba que era triste pensar que los adolescentes podían “perder” dos años de su vida debido a las restricciones que estamos viviendo. Conversando con Mercedes (mi compañera de vida y cuarentena) lo que había hablado con mi compañera de trabajo me dijo “Alexis no son solo ellos, imagínate las personas que se han jubilado y pensaban viajar y, no podrán hacerlo, piensa en las personas que tenían algún plan, da igual, cualquier plan y no lo podrán hacer. Todos estamos igual, viendo nuestra vida pasar por una ventana o con una mascarilla puesta”.
Me di cuenta que era verdad aquello que decía Mercedes, que todo el mundo está sufriendo este encierro o estas salidas al trabajo o a la compra de una forma tan impactante que será imposible que no produzca un cambio en nuestra forma de pensar en el futuro.
Nos hemos dado cuenta que lo material no sirve prácticamente de nada cuando estamos encerrados o encerradas, nos sentimos como animales por mucha tecnología que tengamos dentro de nuestras jaulas. En estos momentos, son los recuerdos y la imaginación los recursos más grandes que tenemos a nuestra disposición, es un universo casi infinito al que nadie nos puede impedir la entrada. Imaginaros lo que tuvo que ser para José María Ortega Lara pasar secuestrado en un zulo 532 días por ETA o para Antonio Pampliega, que pasó diez meses secuestrado en Siria por milicianos de la filial local de Al Qaeda. Sin duda, no es comparable lo que vivieron ellos con lo que estamos viviendo por eso tenemos que pensar que aunque nuestro confinamiento se nos hace a veces duro existen otros que son de extrema dureza. Seguramente su imaginación y sus recuerdos les ayudaron a superar esos momentos que no se pueden calificar con palabras.
La estantería de los recuerdos debemos llenarla, a veces serán buenos y otros malos, es inevitable que existan unos sin los otros. Los recuerdos junto a la imaginación nos pueden transportar a una conversación con amigos y amigas, a un viaje, a unas copas en el Chori o a nuestro último paseo por la Playa del Palmar. Cuanto todo esto termine el eslogan debería ser “mañana es tarde”. No deberíamos dejar para otro día esa llamada a alguien para almorzar en cualquier sitio (el sitio da igual), ese viaje que nos apetece hacer o simplemente, coger la toalla y sentarnos en la playa a escuchar el mar.
Qué recuerdos más bonitos, estoy deseando seguir llenando los anaqueles de esa estantería.
Sobre el autor
Alexis Fargallo
Oriundo de Benalup y, académico e investigador de la Universidad del Bío-Bío. Dentro de mis principales líneas de investigación se encuentran la rehabilitación, el confort ambiental, la eficiencia energética y la pobreza energética.