Opinión | Alea jacta est

El trabajo histórico requiere de rigor absoluto. Lógico. El historiador debe ser equidistante a la hora de emitir conclusiones. Sensato. Las investigaciones históricas se realizan con el fin de conocer el pasado con la máxima objetividad, apoyándose siempre, en los distintos datos obtenidos. Sentido común.

No se hace Historia para ganar o perder guerras. Tampoco para realizar juicios de valor. Poner, quitar calles o estatuas es una cuestión política. Juzgar es cosa de jueces. El historiador se dedica a recomponer rigurosamente el pasado y a su posterior divulgación científica.

Las novelas históricas no son ensayos. No se puede confundir ficción con Historia. La Historia es una ciencia social multidisciplinar que sigue una escrupulosa metodología.

Si el trabajo histórico ayuda a superar traumas, gracias, pero no es ese nuestro trabajo. El turismo cultural y/o histórico lo fomentan las administraciones y estas se amparan a veces en los historiadores.

El anacronismo es el pecado mortal del historiador. La distopía es ciencia ficción. El surgimiento de las diferentes corrientes historiográficas contemporáneas acabaron con el positivismo histórico y con la Historia como relato exclusivo de vencedores y clases dominantes.

Podría seguir, pero me detendré aquí. Después de toda esta perorata, por favor, no confundáis trabajo social con una investigación científica, ni demagogia con Historia. Los buenos historiadores no hacen Historia para contentar a nadie.

“La historia es el producto más peligroso que haya elaborado la química del intelecto. Embriaga a los pueblos, exagera sus reflejos, mantiene sus viejas llagas, los conduce al delirio de grandezas o persecuciones, vuelve a las naciones amargas, soberbias y vanas”.

Paul Valery | Escritor

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