Los resultados electorales en Catalunya tienen muchas lecturas que, a buen seguro, serán analizados oportunamente por voces más autorizadas, el cantado efecto Illa para el PSC, al no efecto Ayuso con sorpasso incluido para el PP, el escandaloso debacle de Cs, el estancamiento salvando los muebles de En Comu Podem, la sorprendente subida de la CUP que como resumen han dado un mantenimiento de una mayoría en votos y en escaños del independentismo catalán, así como, una holgada mayoría de las fuerzas de izquierdas catalanas.
Todos los analistas políticos coinciden que estos resultados tienen su traslación e influencia al resto del país de una forma u otra. La principal es el reforzamiento que recibe el llamado gobierno progresista PSOE-UP, las crisis de desconocidos efectos en el PP de Casado y Cs de Arrimadas. En algunas comunidades como Madrid, Murcia y Andalucía no es disimulable el canguelo que le habrá entrado a Diaz Ayuso, López Mira y Moreno Bonilla, respectivamente.

En el caso de Andalucía, además del temblor de piernas que sufre Moreno Bonilla, se cruzan apuestas sobre cuanto tiempo tardará el chico de los recados de la Junta, Juan Marín en insistir por su apuesta de alianza PP-Cs en la comunidad, y en su defecto, llamar a la puerta de la extrema derecha como salvamento de su trasero. Pero, además, hay quienes con emotivas lágrimas en los ojos, con sana envidia y cierta sonrisa en la boca estarán mirando los resultados catalanes.
Son los que no se reconocen en ERC, a la que mimetizan con el PSOE, sino que se miran en el espejo de la CUP, tanto en lo ideológico como con el sujeto netamente soberanista que representan, aunque no tanto en lo estético. Se quiera reconocer o no, la diferencia, no sé si insalvable, está en que aquellos son independentistas con un marcado carácter internacionalistas en sus postulados de izquierdas y los otros son los que pretenden un sujeto soberanista para Andalucía, pero eso sí, revestido de folclore con trajes de faralaes, cartón piedra y al son de tanguillos como distintivos.
En la CUP son capaces de entrar en la cárcel o emprender el camino del exilio en la defensa de sus postulados, pero lo que nunca harían es utilizar el transfuguismo como herramienta para alcanzar sus fines políticos, actitudes transversales que homologan en ese aspecto a esos partidos del 78 y a los que surgieron del oportunismo tras el 15M y que ahora algunos le niegan representatividad.
Nada bueno y con proyección de futuro puede salir, tenga vocación soberanista andaluz como sujeto político independiente y netamente andaluz o no, si nace desde el transfuguismo y de la mano de opciones políticas residuales outsiders revotadas que pretenden un nacionalismo andaluz, ni siquiera cañí, sino basado en el más rancio aspecto de una cultura paleta y artificial a la que quieren identificar con un sentimiento popular.
Reivindicar más democracia, mas justicia y que la comunidad esté representada en el conjunto del estado con el peso específico que debe tener, pervirtiendo los resultados electorales y, por ende, la voluntad popular y la democracia, solo está al alcance de unos iluminados cegados por los reflejos de un espejo a cuya imagen nunca llegaran a alcanzar.
La que ante dijo que se cortaría las manos antes de romper su formación política, debe tomar nota y admitir su error y dejar de dividir más a la izquierda andaluza, que lo único que hace es favorecer a ese partido al que quiere obsesivamente combatir, así como, a que la derecha se perpetúe más tiempo en el gobierno andaluz.