20 de abril del 90, hola chata ¿cómo estás? ¿Te sorprende que te escriba? Tanto tiempo, es normal. Pues es que estaba aquí solo, me había puesto a recordar, me entró la melancolía y te tenía que hablar…
Cierra los ojos y los adoquines desprenden notas musicales con sabor a domingo por la tarde. Las miradas de los amores que nacen, se cruzan justo en la puerta de la discoteca, entre el bullicio de las decenas de personas que se agolpan en su entrada. Y suena el estribillo, justo antes de caer de forma precipitada ante un cubalibre de otro planeta en los labios de una morena treintañera que mira sutilmente hacia la puerta mientras su cara refleja la luz de la bola del millar de cristales.
¿Recuerdas aquella noche en la cabaña de Turmo? Las risas que nos hacíamos antes todos juntos, hoy no queda casi nadie de los de antes y los que hay han cambiado, han cambiado…si.
De la mano salen los acordes y alguna que otra pareja (ahora matrimonios felices) de una cueva legendaria… cuentan que el agua que emana de sus piedras sabe a noches de secretos y besos robados. Sabe a cigarros cortos y un “cómo podías tú vivir sin ella…” al tirar la colilla. Y no querrías marcharte nunca porque solo su mirada podía hacer soportable la semana hasta volverla a ver. Tal vez perdidos en unos jardines jamás pintados por Murillo o escogiendo su canción favorita en la gramola de un pub.
Pero bueno, ¿tú qué tal? Di. Lo mismo hasta tienes críos. ¿Qué tal te va con el tío ese? Espero sea divertido…
Suena el violín a babor y estribor, los que deseaban hablar, ligar, ¿qué mas da? y justo delante todo un ejército de jóvenes que bailan, juntos, y si termina, da igual, porque siempre hay un burro amarrado a la puerta del baile, que todos cantan a su manera, por no hablar cuando llega la parte en catalán, “¡niño!, vámonos pa’llá que aquí al lado del altavoz me van a estallar los oídos”. Y la veía bajar la escalera hacia la pista de baile, seguramente como una niña más, para mí, como si fuera la reina del universo, no se podía tener más estilo, no podía ser más guapa y no podía tener la sonrisa más bella.
Yo la verdad, como siempre. Sigo currando en lo mismo. La música no me cansa, pero me encuentro vacío…
Se necesitaba un respiro, una alpargata d’anca María o un helado (dependía de la temporada), sentado junto a un buzón amarillo, pensando en las historias que contenía dentro, ¿sabéis cuántas historias caben un buzón de Correos? ya no quedan ni buzones, ni historias. Quizás una hermana contaba que había encontrado el amor de su vida en el sitio menos inesperado, o quizás había una postal para algún familiar de Torrent o Barcelona, o simplemente contaban que iban a ser padres, todo valía… ¡Gooool de Pier! ea ya el Madrid perdió la liga, se escuchaba en la lejanía las maldiciones hacia el Tenerife y por otro lado las risas de los culés, cosas de fútbol, por aquellos entonces los negros seguían siendo negros, pero lo cierto es que todo era menos mediático y había menos intereses.
Bueno, pues ya me despido. Si te mola me contestas. Espero que mis palabras, desordenen tu conciencia. Pues nada chica, lo dicho. Hasta pronto si nos vemos. Yo sigo con mis canciones. Y tú sigue con tus sueños.
Y el sol se va como desaparece la niebla una mañana de invierno, con lentitud, poquito a poco, los foráneos apuran sus vasos, se enfundan sus chaquetas, sus cascos, y dicen hasta luego con tristeza y al mismo tiempo, con felicidad por el día vivido. Algunas rencillas también se van disipando al mismo tiempo que el ocaso se hace dueño de las calles. Los amores se guardan en forma de entrada de discoteca, de goma para el pelo, de dirección postal o recordando que ese día, te sonrió.