Opinión | ¿Cómo van?

Ya no huele a Lirón pidiendo un combinado en la barra de Gregorio. Se fue el humo por San Elías y San Francisco buscando a Juanas y Juanes en una noche, ya de verano. Dejamos un arcoíris en forma de escalera y unos corazones más respetuosos y tolerantes.

Desde la esquinita del Tato se aprecia un Cultural Verano sin cultura, al abrigo de un chaleco que se resiste a meterse en el baúl y que mira al poniente de cara, desafiando a quienes hacen de su pueblo, una casita de juguetes.

El soniquete de dos botellines que se reencuentran después de varios años a la sombra de un virus, la alegría del primo lejano del que siempre oíste hablar en las cenas de Navidad y no conocías y del tío que emigró a Valencia hace ya más de 40 años. El ¡uy! en las gradas, las lágrimas de los chavales que deben primero aprender a perder para poder ganar en el futuro. El futbolista de temporada que se enfunda la camiseta de propaganda del Cola Cao de Los Angeles 84 para jugar el partido de su vida, un todo o nada, que suele acabar en nada, en risas, en una jarra de cerveza bien fría del Sitio o una ronda de estrellas gallegas en el arcón de los secretos del Chori que arroja las palabras a la fuente Cristobilla y las monedas a su bolsillo, como tiene que ser. O quizás acabas asomado a la ventana de Marente para pedir el plan perfecto para tu estómago.

¿Cómo van? pregunto, mientras suenan las campanas del templo que preside el partido. Un impasse. Y el murmullo danza de una esquina a otra, porque el resultado es lo de menos.

Los nervios de quienes profesan esta religión se hacen patentes desde semanas antes, los patrocinadores abren sus carteras para salir con el mejor outfit (que ahora está de moda) y ruedan las primera bolitas al más puro estilo champions. Y se da paso al pregón, que abre las puertas del paraíso en forma de pelota, compadreo, abrazos, lágrimas y de vez en cuando algún lesionado, aunque menos que hace algunos años cuando el piso se parecía más a un campo de minas que a un campo de fútbol sala.

Y siempre están los que rozan la gloria, nos damos la mano y hasta el año que viene, y ya van 42, en el mismo lugar, en el mismo sitio, con las mismas ganas, con la misma alegría. ¡Bienvenido Marathón de Benalup-Casas Viejas!

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