Jose Antonio, Ricardo, Marta, Gabriela, Víctor, Kevin, Noa, Jimena, Rafa, el camarero del bar de la esquina, el fontanero, el albañil que puso los azulejos de la casa de al lado, el frutero o el camionero, todos tienen en algo que los une sin que los propios afectados se percaten; la ilusión por jugar el Marathón.
Sus camisetas cuelgan de los tendederos de Benalup-Casas Viejas. Ahora casi todos los jugadores, niños y mayores llevan sus nombres en sus camisetas. Hace años, cuando este que escribe apenas sabía escribir, observaba a los equipos jugar, y casi siempre era un equipo con camisetas blancas (compradas en el baratillo la semana antes) contra otro con equipación (normalmente el que ganaba). Pero más allá de la anécdota de las camisetas, la ilusión por jugar se traducía en un rato divertido, con los amigos del barrio, donde ganar o perder, aunque parezca mentira, no tenía la relevancia que a día de hoy originan estos escenarios. La trascendencia del resultado duraba lo que duraba tus zapatos pisando el suelo ondulado de las losas de la alameda.
Esa ilusión se ha ido transformando a lo largo de la historia del Marathón, y aunque sigue siendo la fiesta más grande de este pueblo, la base con la que este evento nació se ha ido deteriorando con el paso del tiempo, no lo digo yo, lo dicen los hechos. El cariz con el que algunos afrontan este evento deportivo se ha ido enajenando del propio espíritu participativo y de integración. Parte de quienes forman este conglomerado de entrenadores, jugadores y organización anteponen sus egos al alma de esta fiesta, convirtiendo la alameda en un anfiteatro romano donde se incita a los leones para que acaben con quienes no tienen como defenderse.
En algunas tertulias sobre dicho tema, algunos de los participantes exponían que se trata de la mera profesionalización del Marathón. El desarrollo no solo ha traído consigo unas mejoras de las instalaciones, sino que además el objetivo, ganar el Marathón, también se ha profesionalizado, convirtiéndose en algo más goloso de conseguir. Aunque quizás deberíamos pararnos a pensar si realmente merece o no la pena.
Este año se cuenta con más de un centenar de equipos, está claro que la participación en esta fiesta está asegurada. Y ojalá se mantenga, y ojalá siga creciendo en importancia y relevancia, señal inequívoca que vamos por el buen camino, pero quizás habría que ir educando a nuestros hijos en el sentido de la concordia, del compañerismo, de la participación inclusiva, de la solidaridad (que tanta falta hace y que tan poco se promueve), y hay que alejar a quienes tratan de hacer de este evento algo elitista, los que quieren alcanzar la gloria por encima de todo, cueste lo que cueste, a esos hay que alejarlos, porque de lo contrario, en lugar de ponerse la camiseta para divertirse y disfrutar con sus compañeros/as, la ropa se quedará tendía.
Esa tarea recae como no podía ser de otra manera en los padres, principalmente, pero también en los entrenadores y en general en todo el ámbito lúdico-deportivo de Benalup-Casas Viejas en su conjunto, C.D.Benalup, C.D.Benalup FS, Benalup C.B., Juegos y Multideportes y entidades como asociaciones deportivas, porque todos, de una manera u otra estamos implicados en la educación de nuestros hijos cuando de valores hablamos.
Estoy seguro que todos queremos una sociedad más igualitaria, más solidaria, en definitiva, una sociedad en la que todos y todas tengamos las mismas oportunidades, en este sentido, debemos dar ejemplo, y el Marathón debería ser nuestra carta de presentación. Hagamos lo posible para que así sea.
Suerte a todos los equipos y que gane el mejor.